Qué bueno es notar la diferencia
de cuando sentía ese remolino, ese agujero negro en la boca del estómago,
todos los sábados y todos los miércoles,
ése, que me hacía sentir tan frustrada, encerrada en el sinsentido,
que me retraía,
y ahora,
que el cuerpo me pide que respire hondo,
que expanda mi pecho,
y que me instale en el cardíaco,
donde todo es emoción, todo es intenso.
Vale mucho más la pena tratar de adaptarse a ésta nueva energía
que quedarse asentado en la costumbre.
lunes, 19 de abril de 2010
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